miercuri, 19 decembrie 2012

La enamorada (Alejandra Pizarnik)



ante la lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra Alejandra no lo niegues.

hoy te miraste en el espejo
y te fuiste triste estabas sola
y la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió

enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado

oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú

te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!

miercuri, 12 decembrie 2012

Limbo (Rossella di Paolo)


Un día puse una piedra encima de tu nombre
y me dije: iré cantando hasta mi casa.
Y canté
como una loca sobre sus piernas fuertes
como río loco canté.
Hasta que el canto empezó a hacerse agüita rala
(ni para regar guisantes)
y entre paso y paso
se me fue perdiendo un pie.
No acierto a ver el tejado de mi casa ni el árbol
más alto
¿será que me dejé el corazón bajo la piedra?
¿mi tonto corazón junto a tu nombre?

Sé que ya no llegaré a mi casa.
Sé que tampoco puedo volver.

duminică, 9 decembrie 2012

Esto (Czeslaw Milosz)


Si pudiera finalmente decir qué se halla en mí.
Gritar: gente, os he mentido
Al decir que no se encuentra en mí,
Cuando ESTO está allí siempre, día y noche.
Aunque precisamente gracias a esto
Pude describir vuestras inflamables ciudades,
Vuestros amores breves y los juegos que se convertían en carcoma,
Los pendientes, espejos, un tirante que se desliza,

Escenas en dormitorios y en campos de batalla.

Escribir era para mí una estrategia defensiva
Para borrar las huellas. Porque nadie quiere
A quien desea alcanzar lo prohibido.

Apelo a la ayuda a los ríos en los que nadaba, de los lagos
Con una pasarela entre los juncos, del valle
Donde la luz del crepúsculo acompaña el eco de una canción,
Y confieso que mis loas extáticas de la existencia
Podían ser sólo ejercicios de un estilo elevado,
Y por debajo estaba ESTO que no voy a intentar nombrar.

ESTO se parece al pensamiento de un vagabundo cuando avanza por una ciudad extraña y helada.

Y se parece al momento cuando un judío, acorralado, ve acercarse los pesados cascos de los soldados alemanes.

ESTO es cuando el hijo del rey va a la ciudad y ve el mundo real: miseria, enfermedad, vejez y muerte.

ESTO también se puede comparar a las facciones inmóviles de alguien que ha comprendido que ha sido abandonado para siempre.

O a las palabras del médico sobre una sentencia irrevocable.

Porque ESTO significa topar con un muro de piedra
y entender que ese muro no cederá ante nuestros ruegos.

(Traducción de Xavier Farré)

vineri, 23 noiembrie 2012

Si (Czeslaw Milosz)


Si Dios no existe

Si Dios no existe
Significa que somos dioses.

Dijimos "No" al principio del mundo
Que es el principio del paso del tiempo y la muerte,
Y también al principio de la inconsciencia,
Ideamos el bien y el mal.
Construimos catedrales.
Erigimos altares en honor del Ausente.
Creíamos recuperar el paraíso perdido.

vineri, 2 noiembrie 2012

Cama con espejos (Gonzalo Rojas)


Ese mandarín hizo de todo en esta cama con espejos, con dos espejos:
hizo el amor, tuvo la arrogancia
de creerse inmortal, y tendido aquí miró su rostro por los pies,
y el espejo de abajo le devolvió el rostro de lo visible;
así desarrolló una tesis entre dos luces: el de arriba
contra el de abajo, y acostado casi en el aire
llegó a la construcción de su gran vuelo de madera.

La estridencia de los días y el polvo seco del funcionario
no pudieron nada contra el encanto portentoso:
ideogramas carnales, mariposas de alarnbre distinto, fueron muchas y muchas
las hijas del cielo consumidas entre las llamas
de aquestos dos espejos lascivos y sonámbulos
dispuestos en lo íntimo de dos metros, cerrados el uno contra el otro:
el uno para que el otro le diga al otro que el Uno es el Principio.

Ni el yinn ni el yang, ni la alternancia del esperma y de la respiración
lo sacaron de esta liturgia, las escenas eran veloces
en la inmovilidad del paroxismo: negro el navío navegaba
lúcidamente en sus aceites y el velamen de sus barnices,
y una corriente de aire de ángeles iba de lo Alto a lo Hondo
sin reparar en que lo Hondo era lo Alto para el seso
del mandarín. Ni el yinn ni el yang, y esto se pierde en el Origen.

Pekín, 1971.

vineri, 14 septembrie 2012

Apuntes para una declaración de fe (Rosario Castellanos)


El mundo gime estéril como un hongo.
Es la hoja caduca y sin viento en otoño,
La uva pisoteada en el lagar del tiempo
pródiga en zumos agrios y letales.
Es esta rueda isócrona fija entre cuatro cirios,
esta nube exprimida y paralítica
y esta sangre blancuzca en un tubo de ensayo.

La soledad trazó su paisaje de escombros.
La desnudez hostil es su cifra ante el hombre.

Sin embargo, recuerdo...

En un día de amor yo bajé hasta la tierra:
vibraba como un pájaro crucificado en vuelo
y olía a hierba húmeda, a cabellera suelta,
a cuerpo traspasado de sol al mediodía.
Era como un durazno o como una mejilla
y encerraba la dicha
como los labios encierran un beso.

Ese día de amor yo fui como la tierra:
sus jugos me sitiaban tumultuosos y dulces
y la raíz bebía con mis poros el aire
y un rumor galopaba desde siempre
para encontrar los cauces de mi oreja.
Al través de mi piel corrían las edades:
se hacía la luz, se desgarraba el cielo
y se extasiaba -eterno- frente al mar.
El mundo era la forma perpetua del asombro
renovada en el ir y venir de la ola,
consubstancial al giro de la espuma
y el silencio, una simple condición de las cosas.

Pero alguien (ya no acierto
con la estructura inmensa de su nombre)
dijo entonces: "No es bueno
que la belleza esté desamparada"
y electrizó una célula.

En el principio -dice
esta capa geológica que toco-
era sólo la danza:
cintura de la gracia que congrepa
juventudes y música en su torno.
En el principio era el movimiento.

Cada especie quería constatarse, saberse
y ensayaba las notas de su esencia:
la jirafa alargaba la garganta
para abrevar en nubes de limón.
Punzaba el aire en las avispas múltiples
y vertía chorritos de miel en cada herida
para que el equilibrio permaneciera invicto.

El ciervo competía con la brisa
y el hombre daba vueltas alrededor de un árbol
trenzado de manzanas y serpientes.

Nadie lo confesaba, pero todos
estaban orgullosos de ser como juguetes
en las manos de un niño.

Redondeaban su sombra los planetas
y rebotaban locos de alegría
en las altas paredes del espacio
teñidas de antemano en un risueño azul.

No me explico por qué
fue indispensable que alguien inventara el reloj
y desde entonces todo se atrasa o se adelanta,
la vida se fracciona en horas y en minutos
o se quiebra o se para.

La manzana cayó; pero no sobre un Newton
de fácil digestión,
sino sobre el atónito apetito de Adán.
(Se atragantó con ella como era natural.)

¡Qué implacable fue Dios -ojo que atisba
a través de una hoja de parra ineficaz!
¡Cómo bajó el arcángel relumbrando
con una decidida espada de latón!

Tal vez no debería yo hablar de la serpiente
pero desde esa vez es un escalofrío
en la columna vertebral del universo.
Tal vez yo no debiera descubrirlo
pero fue el primer círculo vicioso
mordiéndose la cola.
Porque esto, en realidad, sólo tendría importancia
si ella lo supiera.
Pero lo ignora todo reptando por el suelo,
dormitando en la siesta.

Ah, si se levantara
sin el auxilio de fakires indios
a contemplar su obra.
Aquí estaríamos todos:
la horda devastando la pradera,
dejando siempre a un lado el horizonte,
tratando de tachar la mañana remota,
de arrasar con la sal de nuestras lágrimas
el campo en que se alzaba el Paraíso.
Gritamos ¡adelante! por no mirar atrás.
El camino se queda señalado
-estatua tras estatua- por la mujer de Lot.
Queremos olvidar la leche que sorbimos
en las ubres de Dios.
Dios nos amamantaba en figura de loba
como a Rómulo y Remo, abandonados.

Abandonados siempre. ¿De qué? ¿De quién? ¿De dónde?
No importa. Nada más abandonados.
Cantamos porque sí, porque tenenmos miedo,
un miedo atroz, bestial, insobornable
y nos emborrachamos de palabras
o de risa o de angustia.

¡Qué cuidadosamente nos mentimos!
¡Qué cotidianamente planchamos nuestras máscaras
para hormiguear un rato bajo el sol!

No, yo no quiero hablar de nuestras noches
cuando nos retorcemos como papel al fuego.
Los espejos se inundan y rebasan de espanto
mirando estupefactos nuestros rostros.
Entonces queda limpio el esqueleto.
Nuestro cráneo reluce igual que una moneda
y nuestros ojos se hunden interminablemente.
Una caricia galvaniza los cadáveres:
sube y baja los dedos de sonido metálico
contando y recontando las costillas.
Encuentra simpre con que falta una
y vuelve a comenzar y a comenzar.

Engaño en este ciego desnudarse,
terror del ataúd escondido en el lecho,
del sudario extendido
y la marmórea lápida cayendo sobre el pecho.
¡No poder escapar del sueño que hace muecas
obscenas columpiándose en las lámparas!
Es así como nacen nuestros hijos.
Parimos con dolor y con vergüenza,
cortamos el cordón umbilical aprisa
como quien se desprende de un fardo o de un castigo.

Es así como amamos y gozamos
y aún de este festín de gusanos hacemos
novelas pornográficas
o películas sólo para adultos.
Y nos regocijamos de estar en el secreto,
de guiñarnos los ojos a espaldas de la muerte.

La serpiente debía tener manos
para frotarlas, una contra otra,
como un burgués rechoncho y satisfecho.
Tal vez para lavárselas lo mismo que Pilatos
o bien para aplaudir o simplemente
para tener bastón y puro
y sombrero de paja como un dandy.
La serpiente debía tener manos
para decirle: estamos en tus manos.
Porque si un día cansados de este morir a plazos
queremos suicidarnos abriéndonos las venas
como cualquier romano,
nos sorprende saber que no tenemos sangre
ni tinta enrojecida:
que nos circula un aire tan gratis como el agua.
Nos sorprende palpar un corazón en huelga
y unos sesos sin tapa saltarina
y un estómago inmune a los venenos.
El suicidio también pasó de moda
y no conviene dar un paso en falso
cuando mejor podemos deslizarnos.
¡Qué gracia de patines sobre el hielo!
¡Qué tobogán más fino! ¡Qué pista lubricada!
¡Qué maquinaria exacta y aceitada!

Así nos deslizamos pulcramente
en los tés de las cinco -no en punto- de la tarde,
en el cocktail o el pic-nic o en cualquiera
costumbre traducida del inglés.
Padecemos alegia por las rosas,
por los claros de luna, por los valses
y las declaraciones amorosas por carta.

A nadie se le ocurre morir tuberculoso
ni escalar los balcones ni suspirar en vano.
Ya no somos románticos.
Es la generación moderna y problemática
que toma coca-cola y que habla por teléfono
y que escribe poemas en el dorso de un cheque.
Somos la raza estrangulada por la inteligencia,
"La insuperable,
mundialmente famosa trapecista
que ejecuta sin mácula
triple salto mortal en el vacío".
(La inteligencia es una prostituta
que se vende por un poco de brillo
y que no sabe ya ruborizarse.)

Puede ser que algún día
invitemos a un habitante de Marte
para un fin de semana en nuestra casa.
Visitaría en Europa lo típico:
alguna ruina humeante
o algún pueblo afilando las garras y los diente.
Alguna catedral mal ventilada,
invadida de moho y oro inútil
y en el fondo un cartel: ´Negocio en quiebra."
Fotografiaría como experto turista
los vientres abultados de los niños enfermos,
las mujeres violadas en la gruerra,
los viejos arrastrando en una carretilla
un ropero sin lunas y una cuna maltrecha.
Al Papa bendiciendo un cañón y un soldado,
y las familias reales sordomudas e idiotas,
al hombre que trabaja rebosante de odio
y al que vende el horno de sus abuelos
a la heredera del millón de dólares.

Y luego le diríamos:
Esto es solo la Europa de pandereta.
Detrás está la verdadera Europa:
la rica en frigoríficos -almacenes de estatuas
donde la luz de un cuadro se congela,
donde el verbo no puede hacerse carne.
Allí la vida yace entre algodones
y mira tristemente tras el cristal opaco
que la protege de corrientes de aire.
En estas vastas galerías de muertos,
de fantasmas reumáticos y polvo,
nos hinchamos de orgullo y de soberbia."

Los rascacielos ya los ha visto de lejos:
los colmenares rubios donde los hombres nacen,
trabajan, se enriquecen y se pudren
sin preguntarse nunca para qué todo esto,
sin indagar jamás como se viste el lirio
y sin arrepentirse de su contento estúpido.

Abandonemos ya tanto cansancio.
Dejemos que los muertos entierren a sus muertos
y busquemos la aurora
apasionadamente atentos a su signo.

Porque hay aún un continente verde
que imanta nuestras brújulas.
Un ancho acabamiento de pirámides
en cuyas cumbres bailan doncellas vegetales
con ritmos milenarios y recientes
de quien lleva en los pies la sabia y el misterio.
Un cielo que las flechas desconocen
custodiado de mitos y piedras fulgurantes.
Hay enmarañamientos de raices
y contorsión de troncos y confusión de ramas.
Hay elásticos pasos de jaguares
proyectados -silencio y terciopelo-
hacia el vuelo inasible de la garra.

Aquí parece que empezara el tiempo
en solo un remolino de animales y nubes,
de gigantescas hojas y relámpagos,
de bilingues entrañas desangradas.

Corren ríos de sangres sobre la tierra ávida
corren vivificando las más altas orquídeas,
las más esclarecidas amapolas.
Se evaporan rugientes en los templos
ante la impenetrable pupila de obsidiana.
Brotan como una fuente repentina
al chasquido de un látigo.
Crecen en le abrazo enorme y doloroso
del cántaro de barro con el licor latino.

Río de sangre eterno y derramado
que deposita limos fecundos en la tierra.
Su caudal se nos pierde a veces en el mapa
y luego lo encontramos
-ocre y azul- rigiendo nuestro pulso.

Río de sangre, cinturón de fuego.
En las tierras que tiñe, en la selva multípara,
en el litoral bravo de mestiza
mellado de ciclones y tormentas,
en este continente que agoniza
bien podemos plantar una esperanza.

miercuri, 1 august 2012

Los pasos del callejón sin salida (Leopoldo María Panero)



El suplicio de la noche y el suplicio del día
el suplicio de la realidad y el suplicio del sueño
despliegan ese movimiento que se ignora y al que otros
pudieron, no sé cómo, llamar «vida», como una tortura
que desde lejos en la oscuridad pensara
un animal sin ojos con el alma dormida
soñando esta pesadilla...
Como una tortura estudiada para
que el sufrimiento aumentara poco a poco
y más allá
del momento en que se hizo insoportable
haciéndonos aprender por la fuerza
una Ciencia del Dolor como la única
sabiduría posible en la Zona Clausurada.

El suplicio de la realidad y el suplicio del sueño
y mi cuerpo en el potro exhibiendo su tortura
como una vanidad –ved ahora un potro en medio
del escenario vacío- o mi yo disponiéndose
a recorrer una vez más los pocos pasos
que caben en el callejón sin salida
al que muestro
como una vanidad. Y avanzaré, avanzaré mi cuerpo
sin inteligencia ni alma por la calle
en donde nadie me conoce, andaré por allí
contoneándome y hablando solo, sin ver
que llevo una mujer sobre mi espalda
con las uñas clavadas en mis hombros
y mordiéndome el cuello ebria de mi sangre.

marți, 17 iulie 2012

Poema del fin -fragmento- (Marina Tsvetáieva)



Perdóname. No quería.
Es grito de entraña devastada.
Así esperan los condenados
su ejecución al alba,

jugando al ajedrez. Risa
burlona el ojo del vigilante.
Somos los peones de un tablero
y alguien va jugando con nosotros en él.

¿Dioses buenos? ¿Malignos? ¿Quién?
Todo el horizonte es el ojo del vigilante.
Ruido metálico. Pasillo sangriento.
Ya se ha acabado el juego.

Un cigarrillo por última vez.
Y escupir -ah vida, vida.
Escupir. Al borde del tablero,
abierto está el camino -desangrarse-

a la huesa. Te miro de reojo.
Es la luna un ojo secreto que vigila.

-Qué lejos estás ya.

joi, 24 mai 2012

El poeta dice la verdad (Federico García Lorca)


Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores
con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.

Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.

luni, 30 aprilie 2012

La patria (Roque Dalton)

 
En las actuales condiciones del mundo,
la patria para los trabajadores
sólo existe en aquellos países
donde los trabajadores conquistaron el poder.

Los trabajadores soviéticos tienen patria,
y los chinos,
y los polacos,
y los vietnamitas,
y los cubanos.

En las sociedades divididas en clases
(o sea en el llamado "mundo libre")
en los países donde hay pobres y ricos
(o sea en el llamado "occidente cristiano")
la patria es para los explotadores
el lugar donde ejercen principalmente su explotación
(o sea donde tienen el "asiento principal de sus negocios")
y para los explotados
el lugar donde los explotan.

Esta situación tuvo desde, luego, una historia
y en ella surgieron himnos y banderas
y héroes y sentimientos:
de todo ello se apropiaron los explotadores
y construyeron una gran máscara
para engañar a nuestros ojos y a nuestro corazón.

Los trabajadores, los pobres salvadoreños;
los trabajadores, los pobres hondureños;
los trabajadores, los pobres guatemaltecos;
no tienen patria.

Aunque toda la riqueza nacional
fue labrada con su sangre y el sudor de sus pueblos,
de sus trabajadores,
El Salvador,
Honduras,
Guatemala,
son patria únicamente de los dueños de la patria,
propiedad de los dueños
de la sangre y el sudor de los pueblos.

Los explotadores son tan dueños de esas patrias
que cuando su contradicciones se hacen críticas
echan a pelear entre sí a sus respectivos pobres.
Así defienden por la fuerza su interés
y al mismo tiempo dividen a los pobres
que cada día están más solos,
cantando el himno nacional y agitando la bandera,
en la fría noche de la patria ajena.

Los trabajadores y los pobres
solo tienen un medio para tener patria:
hacer la revolución.

(1970) De “Un libro rojo para Lenin”

marți, 24 aprilie 2012

La habitación del suicida (Wislawa Szymborska)




Creéis que su habitación estaba vacía.
¡Qué va! Tres sillas con respaldo confortable.
Una lámpara en guerra contra la oscuridad.
Un escritorio, y, encima, una cartera y periódicos.
Un buda dichoso y un Cristo desdichado.
Siete elefantes de la suerte, y una agenda en el cajón.
¿Creéis que no contenía vuestras señas?

¿No había –creéis- libros ni cuadros ni discos?
Una reconfortante trompeta en unas manos negras.
Saskia con una flor entrañable.
Alegría, chispa de los dioses.
Ulises duerme en un anaquel un sueño dulce y reparador
realizados ya los trabajos del quinto libro.
Los moralistas,
escritos sus nombres con letras de oro
en lomos de piel de pulcro curtido.
Al lado, en primera fila, los políticos.

Y sí tenía salida, aunque sólo por la puerta,
y perspectivas, aunque sólo desde la ventana,
la habitación aquella.
En el alféizar, las gafas para vislumbrar la lejanía.
Zumbaba una mosca: aún vivía.

Creéis que al menos la carta decía algo.
¿Y si os digo que no había carta?
Muchos somos, los amigos, y todos cupimos
en un sobre vacío apoyado en un vaso.

vineri, 2 martie 2012

Cuando ella pasa (Fernando Pessoa)


Sentado junto a la ventana,
A través de los cristales, empañados por la nieve,
Veo su adorable imagen, la de ella, mientras
Pasa... pasa... pasa de largo...

Sobre mí, la aflicción ha arrojado su velo:-
Una criatura menos en este mundo
Y un ángel más en el cielo.

Sentado junto a la Ventana,
A través de los cristales, empañados por la nieve,
Pienso que Veo su imagen, la de ella,
Que no pasa ahora... que no pasa de largo...

vineri, 10 februarie 2012

A un juez mercadería (Francisco de Quevedo y Villegas)


Las leyes con que juzgas, ¡oh Batino!,
menos bien las estudias que las vendes;
lo que te compran solamente entiendes;
más que Jasón te agrada el Vellocino.

El humano derecho y el divino,
cuando los interpretas, los ofendes,
y al compás que la encoges o la extiendes,
tu mano para el fallo se previno.

No sabes escuchar ruegos baratos,
y sólo quien te da te quita dudas;
no te gobiernan textos, sino tratos.

Pues que de intento y de interés no mudas,
o lávate las manos con Pilatos,
o, con la bolsa, ahórcate con Judas.

marți, 7 februarie 2012

2059 (Raquel Lanseros)


Nos encontraremos en un lugar en el que no hay oscuridad

George Orwell


He imaginado siempre el día de mi muerte.
Incluso en la niñez, cuando no existe.

Soñaba un fin heroico de planetas en línea.
Cambiar por Rick mi puesto, quedarme en Casablanca
sumergirme en un lago junto a mi amante enfermo
caer como miliciana en una guerra
cuyo idioma no hablo.
Siempre quise una muerte a la altura de la vida.

Dos mil cincuenta y nueve.
Las flores nacen con la mitad de pétalos
ejércitos de zombis ocupan las aceras.
Los viejos somos muchos
somos tantos
que nuestro peso arquea la palabra futuro.
Cuentan que olemos mal, que somos egoístas
que abrazamos
con la presión exacta de un grillete.

Estoy sola en el cuarto.
Tengo ojos sepultados y movimientos lentos
como una tarde fría de domingo.
Dientes muy blancos adornan a estos hombres.
No sonríen ni amenazan: son estatuas.
Aprisionan mis húmeros quebradizos de anciana.
No va a doler, tranquila.
Igual que un animal acorralado
muerdo el aire, me opongo, forcejeo,
grito mil veces el nombre de mi madre.
Mi resistencia choca contra un silencio higiénico.
Hay excesiva luz y una jeringa llena.

Tenéis suerte, -mi extenuación aúlla-,
si estuviera mi madre
jamás permitiría que me hicierais esto.

(De "Croniria")

En la fotografía: Josef Mengele, "El Ángel de la Muerte".

duminică, 5 februarie 2012

El pez más viejo del río (Miguel Hernández)


El pez más viejo del río
de tanta sabiduría
como amontonó, vivía
brillantemente sombrío.
Y el agua le sonreía.

Tan sombrío llegó a estar
(nada el agua le divierte)
que después de meditar,
tomó el camino del mar,
es decir, el de la muerte.

Reíste tú junto al río,
niño solar. Y ese día
el pez más viejo del río
se quitó el aire sombrío.
Y el agua te sonreía.

joi, 26 ianuarie 2012

Yago Bazal se deja ver dos horas (Raquel Lanseros)


La luna nueva late dentro del corazón
de un hombre declarado clandestino.
Es una noche oscura como un crimen.
Yago Bazal avanza monte abajo
entre sombras azules que susurran su historia.

Porque los ideales se volvieron ceniza
hace tiempo que Yago no hace fuego.
Así,
va dejando jirones de sus mejores sueños
en las plateadas jaras
a su paso.
Lo recuerda muy bien.

Un búho reconoce el rostro tenso
a veces decidido a rebelarse
contra quienes lo excluyen de los seres humanos
aunque otras veces también muestra, de pronto,
el cansancio plomizo y demacrado
de una lucha sin plazo.

Hay pocos camaradas
y mucha escarcha rota.

No es la palabra frío la que agrieta la cara
ni amorata los dedos en las botas deshechas.
Es el frío de verdad.
Es el frío espeso
de esta primera Navidad después de la derrota
pegándosele al cuerpo igual que una serpiente.

En la guerra Yago había odiado las palabras.
Podía notar el pulso
tibio como la tierra
en las letras de sangre.
Sin embargo, ahora sabe
que no son las palabras quienes matan.
Cada letra es un pez en el océano,
un árbol florecido,
pero hay labios que usan las palabras
como se usa una ametralladora.

Entre la noche negra y el miedo
hay un silencio áspero.

A lo lejos dos lobos
aúllan su destino al cielo de diciembre.
Ahora más que nunca
Yago siente como una gran victoria
cada segundo que sigue respirando.

Fuera se han encendido
las farolas ausentes de la calle.
Mientras,
suspira muy despacio.
El frío le acompaña como entonces.
Si cierra bien los ojos fatigados
Yago se puede ver
trepando el muro de su propia huerta
acallando a sus perros
penetrando furtivo en su mísera casa
de trigo húmedo y ajo.
Aún puede oír el sollozo desvalido
de la mujer que ama
al verlo tan delgado y polvoriento.

Todas las noches Yago vuelve a huir monte arriba
con pocas provisiones y un beso triste quemándole los labios
con los ojos perdidos de los hombres
cuyo futuro ha sido demolido.

Todos nosotros somos ahora y para siempre
las pisadas de Yago contra la piedra helada,
yo soy el pan callado de aquella Nochebuena,
tú eres la luna oscura que le ayuda a esconderse.

Y hoy es mil novecientos treinta y nueve.

(De "Diario de un destello")

luni, 16 ianuarie 2012

La carta (Isabel Serrano Castro)


Tu silencio se me cae de las manos
¿no ves cómo brillan los restos?
no me castigues con él
no temas lo que ahora sabes
no dejes que me hunda
en la irrescatable soledad de lo perdido
somos el tiempo que nos queda
en este inventario de los días
no dejes que me pierda
en la insomne aventura
que el miedo provoca
miedo a encontrarte inesperadamente
a no verte nunca más.

(del texto inédito “Un viaje inesperado”)

luni, 9 ianuarie 2012

Oh tú, desfallecida (Rainer Maria Rilke)


OH tú, desfallecida, no conoces las torres.
Mas ahora vas a percibir la torre
con el maravilloso espacio que hay en ti.
Cierra tu rostro. Pues, sin darte cuenta,
la has hecho levantarse con miradas y gestos.
De pronto se endurece, en plenitud,
y yo, dichoso, puedo utilizarlo.
Qué apretado me siento ahí, por dentro.
Halágame; que llegue a aquella cúpula:
para lanzar a esas tus blandas noches,
con ímpetu de cohetes que deslumbran tu seno,
más sentimiento del que hay en mí.


Traducción de Federico Bermúdez-Cañete