miercuri, 21 mai 2014

Al final (Irene Sánchez Carrón)

"Los ojos ven, el corazón presiente."

Octavio Paz

Que pocas cosas duelen. Digamos, por ejemplo,
que se puede no amar de repente y no duele.

Duele el amor si pasa
hirviendo por las venas.
Duele la soledad,
latigazo de hielo.

El desamor no duele. Es visita esperada.
No duele el desencanto. Es tan sólo algo incómodo.

Somos así, mortales
irremediablemente,
sin duda acostumbrados
a que todo termine.

De "Porque no somos dioses" 1998

marți, 13 mai 2014

No te veo. Bien sé... (Pedro Salinas)

No te veo. Bien sé
que estás aquí, detrás
de una frágil pared
de ladrillos y cal, bien al alcance
de mi voz, si llamara.
Pero no llamaré.
Te llamaré mañana,
cuando, al no verte ya
me imagine que sigues
aquí cerca, a mi lado,
y que basta hoy la voz
que ayer no quise dar.
Mañana... cuando estés
allá detrás de una
frágil pared de vientos,
de cielos y de años.

miercuri, 7 mai 2014

El Coliseo (Edgar Allan Poe)

¡Modelo de la antigua Roma! ¡Rico relicario
de excelsa contemplación que al tiempo han dejado
enterrados siglos de pompa y de poder!
¡Por fin, por fin, después de tantos días
de fatigosa peregrinación y sed abrasadora
(sed de los manantiales de leyenda que en ti brotan),
me arrodillo, hombre cambiado y humilde,
en medio de tus sombras, y bebo en mi misma alma
tu grandeza, melancolía y gloria!.

¡Inmensidad! ¡Y tiempo! ¡Y recuerdos de la Antigüedad!
¡Desolación! ¡Silencio! ¡Oscura noche!
Os siento ahora, os siento en vuestra fuerza.
¡Oh hechizos más ciertos de lo que jamás el rey de Judea
enseñó en el huerto de Gethsemaní!
¡Oh encantos más poderosos que los que el cadeo embelesado
jamás obtuvo de los serenos años!

¡Aquí, donde cayó un héroe, cae una columna!
¡Aquí, donde el águila simulada brillaba en oro,
en vela de medianoche está el negro murciélago!
¡Aquí, donde las damas de Roma sus cabellos dorados
mecián al viento, ahora se mecen la caña y el cardo!
¡Aquí, donde en trono de oro se sentaba indolente el monarca
se escurre, cual espectro, a su casa de mármol,
alumbrado por la pálida luz de la luna bicorne,
el veloz y callado lagarto de las piedras!

Mas ¡aguarda! estos muros, estas arcadas cubiertas de hiedra,
estos plintos que se desmoronan, estos tristes y ennegrecdios fustes,
estos vagos entablamientos, este friso que se desmenuza
estas cornisas desrozadas, esta destruccion, esta ruina,
esras piedras ¡ay! estas grises piedras, ¿son todo
lo que del famoso y colosal nos han dejado
las corrosivas horas al sino y a mí?

"¡No todo —el eco me responde—; no todo!
Potentes y proféticos sonidos se elevan para siempre
de nosotras, y de toda ruina, hasta el sabio,
como una melodía de Memnon al Sol.
Gobernamos los corazones de los hombres más poderosos; gobernamos
con dominio despótico todos los espíritus gigantescos.
No somos impotentes nosotras, las pálidas piedras.
No todo nuestro poder se fue, ni toda nuestra fama,
ni toda la magia de nuestro alto renombre,
ni toda la maravilla que nos circunda,
ni todos los misterios que en nosotras reposan,
ni todos los recuerdos que sobre nosotras se ciernen
y a nosotras se ciñen como una prenda,
vistiéndonos con un atavío de algo que es más que gloria."