luni, 23 octombrie 2017

El hombre imaginario (Nicanor Parra)


El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios

Todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios

Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario

Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario

miercuri, 18 octombrie 2017

Por culpa de su madre, por culpa de su hijo (Anne Carson)


¡Eres culpable! ¿De qué forma te gustaría confesarlo?
Le dijeron a Lev en el interrogatorio. No le golpearon demasiado.
Lo sentenciaron a diez años en la región de Karaganda, correspondencia restringida.
Ajmátova quemó todos sus papeles —manuscritos, cuadernos, cartas—
y comenzó la historia de dos ciudades:
de Leningrado a Moscú
cada mes
para entregar un paquete de comida en la ventanilla del muro
(máximo 8 kilos incluyendo la caja).
Si la aceptaban, era que estaba vivo.

En la fotografía: Anna Ajmátova y su hijo, Lev Gumiliov.

joi, 5 octombrie 2017

Diálogo (Julia Uceda)


Aquí estoy -murmuró-. Vengo a traerle
su libertad.
Sobre la mesa estaba

doblada con cuidado, limpia,
recién salvada. Alzó
su rostro hacia el jardín:
dulces barcos de humo
marchaban hacia el mar.
El mar... Ningún camino
podría conducirla..Todo era
una espiral interminable.

Él dijo:
Te amaba... te he amado... Ella
―tenía vueltos al jardín los ojos―
oyó: Yo temo. Y sonreía
a los barcos que eran catedrales,
y luego montes y después rebaños
y al fin ya nada: sólo
una gran pesadumbre.

¿Qué temes? -dijo. Y su voz venía
del país de las sombras- Oh, no,
no temas nada.
Y él: No dije
"temo", sino te amo.
Parecía

sorprendida. Miró
la libertad: sobre la mesa
ya no estaba. Recordó: Te amo...
Alguien, una vez, dijo eso,
pero quién, cuándo, dónde...
No pudo
recordarlo. Él esperaba su respuesta
y entonces, con dulzura,
se abrió la blusa y le mostró la muerte.