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Don Cogito
leyendo un libro
sobre los horizontes de la ciencia
la historia del progreso intelectual
desde las tinieblas del fideísmo
hasta la luz de la sabiduría
se topó con un episodio
que ensombreció
su horizonte privado
con un nubarrón
una buena postilla
a la crasa historia
de los fatídicos errores de la humanidad
durante muchísimo tiempo
se mantuvo la convicción
de que el hombre porta consigo
una considerable reserva de sangre
un barrilete abombado
de veinte y pico litros
— una nadería
a partir de aquí es fácil entender
las desbordantes descripciones de batallas
los campos rojos como coral
las impetuosas corrientes de crúor
el cielo que repite
abyectas hecatombes
y asimismo un universal
tratamiento médico
al enfermo
se le abría una arteria
y alegremente se dejaba caer
el valioso fluido
sobre una palangana de estaño
no todos lo aguantaban
Descartes agonizante susurró
"Messieurs éparnez" —
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ahora sabemos con exactitud
que por el cuerpo de cada persona
ya condenado o verdugo
circulan apenas
unos cuatro o cinco litros
de aquello que fuera llamado
alma del cuerpo
unas pocas botellas de borgoña
un jarrón
soo un cuarto
de la capacidad de un cubo
poco
a don Cogito
le sorprende en su ingenuidad
que este descubrimiento
no provocara una revolución
en el ámbito de las costumbres
cuando menos debería haber formentado
un ahorro juicioso
ya no se puede como antes
malgastarla y derrocharla
en los campos de batallas
en las plazas de las ejecuciones
en verdad que hay muy poca
menos que agua petróleo
que reservas energéticas
sin embargo sucedió algo bien distinto
se extrajeron unas consecuencias ignominiosas
en vez de moderación
derroche
tan ajustada medición
reforzó a los nihilistas
y dio mayores bríos a los tiranos
ahora saben con precisión
que el hombre es frágil
y fácilmente se puede desangrar
cuatro cinco litros
es una cantidad insignificante
así pues el triunfo de la ciencia
no comportó nutrición espiritual alguna
ni principio de comportamiento
ni norma moral
constituye muy pequeño consuelo
piensa Don Cogito
que los esfuerzos de los investigadores
no puedan cambiar el curso de los acontecimientos
tienen prácticamente el mismo peso
que el suspiro de un poeta
y la sangre sigue corriendo
supera el horizonte del cuerpo
las fronteras de la fantasía
— quizá esté por venir un diluvio
Traducción de Xaverio Ballester
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