Perdóname. No quería.
Es grito de entraña
devastada.
Así esperan los
condenados
su ejecución al alba,
jugando al ajedrez. Risa
burlona el ojo del
vigilante.
Somos los peones de un
tablero
y alguien va jugando con
nosotros en él.
¿Dioses buenos?
¿Malignos? ¿Quién?
Todo el horizonte es el
ojo del vigilante.
Ruido metálico. Pasillo
sangriento.
Ya se ha acabado el
juego.
Un cigarrillo por última
vez.
Y escupir -ah vida, vida.
Escupir. Al borde del
tablero,
abierto está el camino
-desangrarse-
a la huesa. Te miro de
reojo.
Es la luna un ojo secreto
que vigila.
-Qué lejos estás ya.
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