“jamás podrán vencerme
porque mi mano se me va y agarra
a otra mano de hombre y otra mano”
Blas de Otero
Para vencer al hombre
hacen falta unas garras
hambrientas y feroces
que desgarren la tierra protectora
y arranquen las raíces,
y destrocen las ramas y los troncos
para que no haya vida,
ni esperanza futura,
ni semilla dispuesta a germinar.
No caminamos solos.
Hombres, mujeres, niños
caminan a tu lado
aunque tú no los mires.
Y aunque los ignoremos, están ahí:
llorando nuestras lágrimas amargas,
cantando nuestro canto,
pisando nuestra tierra.
Y tú te crees a salvo,
crees que no va contigo,
que a ti no te compete
lo que ocurre tan lejos
más allá de tus límites,
pasadas tus fronteras,
donde el desierto es patria
que consume los restos
de los que allí malviven,
y esculpe la dureza
en sus ajados rostros.
Todo ocurre detrás de una pantalla,
en fotos detenidas
en papel de periódico,
en hojas que recogen tu basura,
(esa que arrojas lejos cada día).
Pero cuando comprendas
que tu mano es la mano que otro agarra
con fuerza, con firmeza, como apoyo,
para no derrumbarse
para no desistir
definitivamente,
entonces no habrá puño,
ni bala, ni puñal,
ni bomba, ni guadaña
que acabe con el hombre,
con la cadena humana
que forman una mano
de hombre y otra mano
unidas, enlazadas,
creando, todas juntas,
un invencible muro de esperanza.
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